Introducción
Nosotros, miembros de la iglesia de Cristo Jesús de más de 150 naciones, participantes del Congreso Internacional de Evangelización Mundial en Lausana, alabamos a Dios por su gran salvación y nos regocijamos en la comunión que nos ha dado con él y entre nosotros. Nos sentimos profundamente conmovidos por lo que Dios está haciendo en nuestros días, movidos a la contrición por nuestros fracasos y desafiados por la tarea inconclusa de la evangelización. Creemos que el evangelio es la buena noticia de Dios para todo el mundo, y estamos decididos, por su gracia, a obedecer la comisión de Cristo de proclamarla a toda la humanidad y hacer discípulos de cada nación. Deseamos, por lo tanto, afirmar nuestra fe y nuestra resolución, y hacer público nuestro pacto.
El propósito de Dios
Afirmamos nuestra creencia en el único Dios eterno, Creador y Señor del mundo, Padre, Hijo y Espíritu Santo, que gobierna todas las cosas según el propósito de su voluntad. Él ha estado llamando del mundo un pueblo para sí, y enviándolo de nuevo al mundo para ser sus siervos y sus testigos, para la extensión de su reino, la edificación del cuerpo de Cristo y la gloria de su nombre. Confesamos con vergüenza que a menudo hemos negado nuestro llamamiento y hemos fracasado en nuestra misión, al amoldarnos al mundo o retirarnos de él. Sin embargo, nos regocijamos de que, aun cuando sea llevado en vasijas de barros, el evangelio sigue siendo un tesoro precioso. A la tarea de dar a conocer ese tesoro en el poder del Espíritu Santo, deseamos volver a consagrarnos.
La naturaleza de la evangelización
Evangelizar es difundir la buena noticia de que Jesucristo murió por nuestros pecados y fue resucitado según las Escrituras, y que ahora, como el Señor que reina, ofrece el perdón de los pecados y los dones liberadores del Espíritu Santo a todos los que se arrepienten y creen. Nuestra presencia cristiana en el mundo es indispensable para la evangelización, al igual que esa clase de diálogo cuyo propósito es escuchar con sensibilidad a fin de comprender. Pero la evangelización en sí misma es la proclamación del Cristo histórico y bíblico como Salvador y Señor, con el fin de persuadir a las personas a acudir a él personalmente y así ser reconciliadas con Dios. Al hacer la invitación del evangelio, no tenemos ninguna libertad para ocultar el costo del discipulado. Jesús todavía llama a todos los que desean seguirlo a negarse a sí mismos, a tomar su cruz y a identificarse con su nueva comunidad. Los resultados de la evangelización incluyen la obediencia a Cristo, la incorporación a su iglesia y el servicio responsable en el mundo.
La responsabilidad cristiana
Afirmamos que Dios es tanto el Creador como el Juez de toda la humanidad. Por lo tanto, debemos compartir su preocupación por la justicia y la reconciliación en toda la sociedad humana, y por la liberación de los hombres y las mujeres de toda clase de opresión. Dado que los hombres y mujeres son hechos a la imagen de Dios, toda persona, independientemente de su raza, religión, color, cultura, clase, sexo o edad, tiene una dignidad intrínseca, por la que debe ser respetada y servida, no explotada. Aquí también expresamos nuestra contrición, tanto por nuestra negligencia como por haber considerado en ocasiones a la evangelización y la participación social como mutuamente excluyentes. Aunque la reconciliación con otras personas no equivale a la reconciliación con Dios, ni la acción social a la evangelización, ni la liberación política a la salvación, afirmamos no obstante que tanto la evangelización como la participación sociopolítica forman parte de nuestro deber cristiano. Pues ambas son expresiones necesarias de nuestras doctrinas de Dios y del hombre, de nuestro amor por nuestro prójimo y nuestra obediencia a Jesucristo. El mensaje de salvación implica también un mensaje de juicio contra toda forma de alienación, opresión y discriminación, y no debemos temer denunciar el mal y la injusticia dondequiera que existan. Cuando las personas reciben a Cristo, nacen de nuevo a su reino y deben buscar no solo exhibir sino también difundir la justicia del reino en medio de un mundo inicuo. La salvación que decimos tener debería estar transformándonos en la totalidad de nuestras responsabilidades personales y sociales. La fe sin obras está muerta. La iglesia y la evangelización
Afirmamos que Cristo envía a su pueblo redimido al mundo como el Padre lo envió a él, y que esto exige una penetración del mundo similarmente profunda y costosa. Necesitamos salir de nuestros guetos eclesiásticos y permear la sociedad no cristiana. En la misión de servicio sacrificial de la iglesia, la evangelización es primordial. La evangelización del mundo requiere que toda la iglesia lleve todo el evangelio a todo el mundo. La iglesia está en el centro mismo del propósito cósmico de Dios y es el instrumento que él ha designado para la difusión del evangelio. Pero una iglesia que predica la cruz debe estar ella misma marcada por la cruz. Se convierte en una piedra de tropiezo para la evangelización cuando traiciona el evangelio o carece de una fe viva en Dios, un amor genuino por las personas o una honradez escrupulosa en todas las cosas, incluyendo la promoción y las finanzas. La iglesia es la comunidad del pueblo de Dios, más que una institución, y no debe ser identificada con ninguna cultura, sistema social o político, o ideología humana específicos.
La cooperación en la evangelización
Afirmamos que la unidad visible de la iglesia en la verdad es el propósito de Dios. La evangelización también nos convoca a la unidad, porque el hecho de ser uno fortalece nuestro testimonio, de la misma manera que nuestra desunión menoscaba nuestro evangelio de la reconciliación. Reconocemos, sin embargo, que la unidad organizacional puede asumir muchas formas y no necesariamente promueve la evangelización. Pero quienes compartimos la misma fe bíblica debemos estar estrechamente unidos en la comunión, el trabajo y el testimonio. Confesamos que nuestro testimonio se ha visto empañado en ocasiones por un individualismo pecaminoso y una duplicación innecesaria. Nos juramentamos a buscar una unidad más profunda en la verdad, la adoración, la santidad y la misión. Instamos a que se desarrolle una cooperación regional y funcional para la promoción de la misión de la iglesia, para el planeamiento estratégico, para el aliento mutuo y para la compartición de recursos y experiencia.
La evangelización y la cultura
El desarrollo de estrategias para la evangelización del mundo requiere métodos pioneros imaginativos. Con la ayuda de Dios, el resultado será el surgimiento de iglesias profundamente arraigadas en Cristo y estrechamente vinculadas con su cultura. La cultura siempre debe ser probada y juzgada por las Escrituras. Porque los hombres y mujeres son criaturas de Dios, parte de su cultura es rica en belleza y bondad. Porque han caído, está toda contaminada por el pecado y parte de ella es demoníaca. El evangelio no presupone la superioridad de ninguna cultura sobre otra, sino que evalúa a todas las culturas según sus propios criterios de verdad y justicia, e insiste en absolutos morales en cada cultura. Con demasiada frecuencia, las misiones han exportado, junto con el evangelio, una cultura extranjera, y las iglesias han estado en ocasiones más esclavizadas a la cultura que las Escrituras. Los evangelistas de Cristo deben tratar, humildemente, de vaciarse de todo excepto de su autenticidad personal, a fi n de convertirse en siervos de los demás, y las iglesias deben tratar de transformar y enriquecer la cultura, todo para la gloria de Dios.
La libertad y la persecución
Todo gobierno tiene el deber asignado por Dios de garantizar condiciones de paz, justicia y libertad en las cuales la iglesia pueda obedecer a Dios, servir al Señor Jesucristo y predicar el evangelio sin interferencia. Por lo tanto, oramos por los líderes de las naciones y los llamamos a garantizar la libertad de pensamiento y de conciencia, y la libertad para practicar y propagar la religión, de acuerdo con la voluntad de Dios y según lo estipulado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Expresamos también nuestra profunda preocupación por todos los que han sido encarcelados injustamente, y en especial por quienes están sufriendo por su testimonio del Señor Jesús. Prometemos orar y trabajar por su libertad. Al mismo tiempo, rehusamos ser intimidados por su suerte. Con la ayuda de Dios, también nosotros procuraremos enfrentar la injusticia y permanecer fi eles al evangelio, cualquiera que sea el costo. No olvidamos las advertencias de Jesús de que la persecución es inevitable.
Conclusión
Por tanto, a la luz de esta fe y esta resolución nuestras, hacemos un pacto solemne con Dios y entre nosotros de orar, planear y trabajar juntos para la evangelización de todo el mundo. Hacemos un llamado a otros para que se unan a nosotros. ¡Quiera Dios ayudarnos por su gracia, y para su gloria, a ser fi eles a este pacto nuestro! ¡Amén, Aleluya!